¿QUÉ
ES UN PACTO DE SANGRE?
A. Definición.
1. Convenio o contrato
entre dos personas o sociedades sellado con sangre.
2. Es el más cercano,
más durable y más sagrado pacto conocido por el hombre.
3. Una forma de enlace
o unión indisoluble.
B. El más antiguo pacto conocido por el
hombre.
1. Muchos estudiosos
creen que comenzó en el jardín del Edén.
2. Dios sacrificó
animales para cubrir la desnudez de Adán y Eva, Gn. 3:21
3. La sangre de los
animales cubrió sus pecados, He. 9:22.
C. En la Biblia, sellado con sangre simboliza dar vida.
1. No simboliza
muerte, Lev. 17:10-14.
2. La muerte en sí
misma no necesariamente significa algo.
3. Importante dar la
vida por otro, Jn. 15:13
D. Convenio ilimitado.
- Todas las cualidades. Deudas, obligaciones y talentos son propiedades individuales.
- Deudas pertenecientes a un socio compartidas por el otro.
- Cualidades propias de un socio compartidas por el otro.
- Hoy en día muchos contratos son de naturaleza limitada.
- Ejemplo: Un contrato de pintar la casa no incluye trabajo de electricidad.
- Un pacto de sangre es un contrato ¡limitado concerniente a todas las áreas de la vida.
E. Contrato irrompible.
- Perfectamente sagrado entre toda la gente primitiva. Es universal entre toda la gente a lo ancho del mundo.
- Donde se practica, se opina que no se ha quebrado nunca.
a.
La
pena de romper un contrato es la muerte.
b.
Los
propios miembros de la familia buscarán a la persona que rompió el pacto de
sangre, para matarle.
RAZONES
PARA ENTRAR EN UN PACTO DE SANGRE.
A. Protección.
1. Del más fuerte
hacia el más débil,
2. Una persona débil o
una tribu entra en el pacto con más firmeza, con el objetivo de protección.
a.
Atacar
a un miembro del pacto era atacarlos a ambos.
b.
El
otro miembro saldría en su defensa.
B. Para fines comerciales.
- Los hombres de negocios no rompen el pacto, así ninguno toma ventaja del otro.
- Los ladrones entran algunas veces en este tipo de pactos para asegurarse protección de otros compañeros ladrones.
C. Por amor.
1. El amor es la
principal razón para celebrar el pacto.
2. Jonatan y David
celebraron un pacto por amor, 1 S. 18: 1
-4.
3. Algunas veces se
celebra entre cónyuges, pues simboliza un lazo irrompible.
FORMAS
DE HACER FLUIR LA SANGRE.
A.
Cortando
la palma de la mano de cada uno de los contrayentes y estrechándolas entre sí.
1. Origen de darse la
mano para saludar.
2. Los socios se daban
las manos cortadas para que se mezclara la sangre de ambos.
B.
Cortarse
las muñecas y juntarlas para mezclar la sangre.
C.
Cortarse
las muñecas y mezclando la sangre con una copa de vino.
1. Cada socio tomaba
la mitad de la mezcla vino-sangre.
2. No escrito.
a.
Lev. 17:10-14.
b.
Se
cree que esto es el origen del canibalismo.
D.
Sustituyendo
sangre de un animal por sangre humana, Aceptado en tiempos del Antiguo Testamento: Dios aceptó sangre de
animales para cubrir pecados humanos.
PASOS
PARA ENTRAR EN UN PACTO DE SANGRE (ocho pasos normalmente seguidos).
A. Intercambio de ropas, Jonatan y David
intercambiaban ropas.
B. Intercambio de armas.
1. Esto significa que
toda la fuerza y habilidad de guerra es compartida.
2. Nosotros tenemos el
poder y la habilidad de Dios de nuestra parte, 2Co. 10:4.
3. La armadura
completa de Dios está disponible para nosotros. En Ef. 6:10-18.
4. Por nuestro pacto
tenemos derecho a toda la protección que el cielo da.
C. Intercambio de nombres.
1. Cada persona toma
parte del nombre de otra persona, Ef.
3:14-15.
2. Las personas con el
pacto tienen toda la autoridad de usar el nombre del copartícipe.
3. El nombre de Jesús
es nuestro nombre de pacto.
D. Hacer fluir la sangre.
1. La palabra hebrea
usada en la Biblia
es «Berith» y significa: Cortar donde la sangre fluye o hasta que la sangre
fluya.
2. Derramamiento de
sangre esencial es sello del pacto, Gn.
17:10; Ro. 4:11-12.
3. Después de que se
ha hecho la cortada, ceniza y otra sustancia se fricciona en la cortada para
formar una cicatriz visible.
4. Esto marca al
participante para que así lo puedan identificar.
5. La persona que
celebra un pacto es llamada «cabeza del pacto» y el pacto cubre no sólo a las
cabezas sino a toda la familia y para todas las generaciones.
E.
Repartiendo los animales.
1. Un animal era
cortado a la mitad como parte del ritual del pacto.
2. Las mitades eran
colocadas en el suelo y los socios caminaban entre los pedazos en forma de «8».
3. La forma de «8» es
un símbolo de infinito: pacto para siempre.
F. Pronunciación de bendiciones y maldiciones.
1. Cada socio
pronunciaría las bendiciones y maldiciones al otro socio Dt. 28.
2. Bendiciones por
obediencia a las reglas del pacto, maldiciones por desobediencia a las mismas.
3. Dt. 28 describe una lista básica de bendiciones y
maldiciones.
G. Estableciendo un monumento
conmemorativo.
1. Los socios
edificarán o harán algo para recordarse de su pacto.
2. Ejemplos usados
históricamente.
a. Piedra grande, Gn. 31: 44-45.
b. Montón de
piedras, Gn. 31:46-49,51.
c. Piedra en la
cual los socios escribieron el pacto.
d. Intercambio de
ovejas u otros animales, Gn. 21:28-30.
e. Sembrando
árboles conocidos de larga vida, Gn.
21:33.
3. Cualquier
combinación podría ser usada.
H. Comer la comida del pacto, Gn. 31:46.
1. 1. Pan y vino era
la comida tradicional del pacto.
2. 2. El pan
representa el cuerpo y el vino la sangre.
NUESTRO
PACTO DE SANGRE CON DIOS
A. ¿Por qué es necesario que hagamos un
pacto de sangre con Dios?
1. Dios le dio
autoridad a Adán sobre esta tierra (Dios hizo a Adán como amo de esta tierra) Gn. 1:26-28; Sal. 8:5-6.
2. Dios le dio al
hombre libertad de elección.
a.
Adán
escogió desobedecer a Dios, Gn. 2:19;
3:6.
b.
b.
El dio su autoridad a Satanás, Lucas
4:6; 1 Juan 5:19.
c.
Su
espíritu murió en ese momento (separación de Dios).
d.
Al
mismo tiempo, maldición de pobreza, enfermedad y muerte cayó sobre la
humanidad.
B. Dios quería comunión con el hombre.
1. El puso a funcionar
un plan para regresar al hombre a comunión consigo mismo.
2. En Abraham, Dios
encontró a un hombre que confiaría en él.
3. Dios no podía
destruir a Adán y formar a otro hombre del polvo de la tierra.
a.
La
tierra y todo lo que en ella había todo pertenecía a Satanás.
b.
Dios
ya no podía usar polvo de la tierra porque ya no le pertenecía ni a El ni a su
hombre.
4. Dios tenía que
traer al segundo Adán (Jesucristo) a la tierra. Un hombre causó la caída, un
hombre tenía que redimir a la humanidad.
C. Dios encontró a Abram a un hombre con
quien podía trabajar.
1. Dios dialoga con
Abram, Gn. 12:1-3.
2. Abram tenía 75 años
cuando Dios se le apareció por primera vez.
3. Dios le dijo a
Abram que dejara casa, tierra y parientes. El creyó (confió) a Dios y se marchó
(actuó en fe).
4. Dios promete muchas
cosas a Abram, Gn 12:2-3, y Abram le
creyó a Dios.
D. Dios hace pacto de sangre con Abram.
1. Gn. 15:1-18, encontramos pacto de sangre entre Dios y
Abram.
2. vs. 1. Dios dice que El será el escudo de Abram
y le dará gran recompensa.
a.
vs. 2, pregunta Abram a
Dios.
b.
vs. 4-5, Dios contesta a
Abram.
c.
vs. 6, Abram creyó y le
fue contado por justicia.
3. vs. 7-15, Dios expone lo que hará con Abram.
4. Abram preguntó cómo
podría saber que Dios haría eso,
5. Dios le dijo Abram:
«tráeme un becerro».
a.
Esto
se refería al pacto de sangre.
b.
El
pacto de sangre era bien conocido por Abram.
c.
Abram
supo que Dios hablaba en serio.
d.
Abram
estaba seguro que Dios cumpliría su palabra.
6. Abram trajo los
animales y los sacrificó.
a.
vs. 11, Abram ahuyentó a
las aves de rapiña.
b.
Las
aves de rapiña representan al diablo quien roba la palabra.
c.
Dios
hijo estaba operando como otro miembro del pacto para caminar entre los pedazos
con Dios Padre.
7. Abram cayó en su sueño profundo.
a.
Gn. 15: 17, el horno humeante
y la antorcha de fuego pasaron entre los pedazos.
b.
El
horno humeante es Dios Padre, Ex. 19:18.
c.
La
antorcha de fuego es Dios hijo, Sal.
119:105; Ap. 21:23.
8. Dios Padre y Dios
Hijo caminaron entre los pedazos.
E. ¿Por qué Jesús y el Padre pasaron entre
los pedazos?
1. Abram era un hombre
pecador bajo la misma maldición que el resto de la humanidad.
2. Un Dios santo no
puede hacer un convenio con un hombre pecador.
a.
vs. 12, habla sobre el
profundo sueño en el que cayó Abram.
b.
Dios
le permitió a Abram ver lo que estaba pasando.
3. Jesús tomó el lugar
de Abram sellando el pacto.
F. A través del pacto Abrahámico, Dios
podría comunicarse con la humanidad.
1. El primer paso para
traer el segundo Adán a la tierra.
2. La gente que está
en este pacto tiene muchos beneficios.
a.
Desde
antes de la crucifixión recibimos las bendiciones que vendrían después de la
crucifixión.
b.
Ser
nacido de nuevo y ser llenos del espíritu Santo.
c.
Si
los términos del pacto eran cumplidos se recibían bendiciones de salud, prosperidad,
larga vida, Dt. 28: 1-14.
G. Culminación del pacto.
1. Gn. 17:1-13, Dios finalizó el pacto.
2. vs. 5, Dios cambia el nombre de Abram por
Abraham.
a.
Significa
padre de multitudes.
b.
El
cambio de nombres es un paso al hacer un pacto de sangre, Ef. 3:14-15; Ap. 2:17.
3. YHVH, el nombre
de Dios en Hebreo.
a.
La
letra H tiene una parte importante.
b.
Dios
agregó la letra H de su nombre al de Abram para llamarlo Abraham.
c.
Agregó
la H al nombre de
Sara para llamarla Sarah que significa princesa.
4. Dios también cambió su nombre.
a.
Después
de hacer el pacto de Abram, El se llamó así mismo: el Dios de Abraham.
b.
Más
tarde agregó a su nombre a Isaac y Jacob.
c.
El
incluyó sus nombres en su identidad, Ex
3:6.
H. El
pacto de Dios con Abraham es un pacto perpetuo.
1. Gál. 3:13, 14, 29, dice que somos linaje y herederos
de Abraham.
2. No podríamos ser
herederos de algo inexistente.
3. El pacto Abrahámico
todavía existe.
4. La ley mosaica con
sus sacrificios de sangre y reglas acabaron en la cruz. No estamos más bajo la
maldición de la ley, Gál. 3:13.
5. Nosotros somos
herederos de las promesas por medio de Jesús Gál. 3:14.
I.
Otro paso en el pacto de sangre es derramar la sangre de ambos participantes.
1. En el pacto
Abrahámico la sangre del hombre es derramada, Gn. 17:91-14, cuando Abraham se circuncidó su sangre fue derramada.
2. En un segundo y
mejor acto, la sangre de Dios (Jesús) fue derramada, Jesús derramó la sangre en
la cruz.
3. La circuncisión le
recuerda a Abraham su pacto.
a.
Cuando
se vistiera, se bañara o cuando tuviera relaciones con Sarah, El recordaría
esto.
b.
La
circuncisión marcó a Abraham y a sus descendientes por tener pacto con Dios.
J. Dios tenía un pacto de sangre y
legalmente podía trabajar en traer el segundo Adán a la tierra.
1. Dos personas en un
pacto tienen todas las posesiones, talentos y habilidades en común.
2. Cualquier socio
podría pedir cualquier cosa de¡ otro y esperar recibir.
3. Dios sabía que
Abraham le daría su todo.
4. Génesis 22: 1-13, Dios demandó el sacrificio de Abraham.
a.
Gn. 22:13, Dios proveyó el
cordero para el sacrificio.
b.
Dios
vio la buena voluntad de Abraham para darle su todo.
c.
Dios
probó a Abraham y no le vio nada defectuoso.
d.
Dios
vio la disposición de Abraham y lo tomó como si hubiera sacrificado a lsaac.
5. Abraham estaba
dispuesto a sacrificar a su único hijo, Dios como su socio podía hacer lo
mismo. Dios envió a Jesús para morir en la cruz porque su socio en el pacto
estuvo dispuesto a sacrificar a su único hijo.
LA BIBLIA CONSTA DE DOS TESTAMENTOS O PACTOS: EL ANTIGUO Y EL NUEVO.
A.
El
antiguo pacto entre Dios y Abraham.
B.
En
el tiempo de Moisés se agregó la ley.
1. La ley se encuentra
en el libro de Éxodo con una lista de las cosas que debían hacer.
2. El libro de
levítico da una lista de los sacrificios y rituales que se debían llevar acabo
cuando se quebrantaba la ley.
a.
Siguiendo
estos sacrificios se cubría el pecado.
b.
Los
sacrificios de sangre cubrían el pecado pero no lo borraban He. 10:1-4.
c.
Sólo
la sangre de Jesús puede borrar el pecado He
9:26; 10: 18-22.
C.
Bajo
la ley, la sangre de toros y cabras cubría los pecados por un tiempo. He 9:13.
1. Cada vez que la
gente pecaba tenía que hacer un sacrificio correcto para cubrir sus pecados.
2. Habían cinco tipos
de sacrificio u ofrenda bajo la ley.
a.
Ofrenda
de holocausto,
b.
Ofrenda
de comida.
c.
Ofrenda
de paz.
d.
Sacrificio
de expiación.
e.
Sacrificio
para pecado. Estas necesidades se repetían cada vez que había pecado.
3. la ley era una
medida temporal pues Jesús lo limpio completamente. Gál. 3:19: He. 9:26.
D. Dios
planeó mandar a Jesús desde el principio del mundo.
1. 1P 1:19-21.
a.
Cristo
fue el cordero sin macha sin contaminación antes de la fundación del mundo.
b.
Dios
sabía que el hombre caería pronto pero tenía un plan.
2. La ley con rituales
y sacrificios fue dada al hombre para mostrarle que El siempre sería
insuficiente para cumplirla.
a.
Le
mostró al hombre que necesitaba de la gracia de Dios.
b.
Le
mostró al hombre que no podía llevar acabo las demandas de Dios por sus propias
habilidades.
c.
Le
enfatizó al hombre la cruz y la necesidad de un salvador.
d.
Ningún
hombre podía cumplir todo lo de la ley.
EL
HOMBRE NECESITA UN SALVADOR
A. Ef
1:9-10.
1. Dios envió a Jesús
en el momento preciso para morir en la cruz.
2. Jesús fue
predestinado a morir antes de la fundación del mundo.
B. El hombre había pecado, entonces un
hombre tenía que morir, para reconciliar a la humanidad con Dios.
1. No puede ser
cualquier hombre.
2. El redentor
necesita ser alguien libre de naturaleza de pecado.
3. Solamente Jesús,
completamente Dios y completamente hombre podía hacerlo.
a.
Si
la sangre de un hombre era suficiente entonces Abraham hubiera podido
sacrificar a lsaac.
b.
La
sangre de lsaac no era suficiente.
4. La sangre tenía que
ser derramada pero debla ser sangre libre de pecado.
5. La sangre de un
humano provista por semilla masculina.
a.
La
sangre de Jesús provista de Dios.
b.
La
sangre de Jesús libre de la naturaleza del pecado era sacrificio aceptable.
6. El sacrificio de
Jesús de una vez y para siempre, He.
9:12.
NOSOTROS
TENEMOS UN MEJOR PACTO POR MEDIO DE JESÚS
A. Col
2:13,14.
B. He
8:6-13.
1. El Antiguo pacto no
es perfecto.
2. No podía
reconciliar al hombre completamente con Dios.
3. La ley era una
medida temporal para señalar el pecado y la incapacidad del hombre para hacer
lo que Dios exige.
C. Mt
5:17,18.
1. Jesús cumplió la
ley.
2. Una vez que la
sangre de Jesús fue derramada, el sacrificio de animales es innecesario.
¿Porqué cubrir lo que ha sido borrado? He
9:26.
3. Jesús completó la
ley y ésta ha desaparecido.
a.
La
ley fue agregada hasta que la semilla vino, Gál 3:19-25.
b.
Jesús
(la semilla) vino, cumplió y quitó de en medio la ley, Col. 2:14.
D. El pacto Abrahámico está todavía
vigente, Gál. 3:15 18.
1. El pacto que Dios
hizo con Abraham es eterno.
2. Nosotros llegamos a
estar en la semilla de Abraham por fe aceptando la obra de Jesús, Gál. 3:13, 14, 16, 26, 27,29.
E. Jesús en la cruz no finalizó el pacto
Abrahámico.
1. El pacto con
Abraham es eterno,
2. El pacto no puede
ser terminado sino hasta que sea cumplido.
3. Col 2:13-14.
a.
Jesús
tomó el acta de los decretos que había contra nosotros.
b.
El
pacto Abrahámico no está contra nosotros pero la ley si lo estaba.
c.
Jesús
quitó la ley de en medio de nosotros y la clavó en la cruz.
d.
Nosotros
somos libres de la maldición de la ley.
4. El pacto Abrahámico
será cumplido en la segunda venida de Jesús.
a.
Cuando
Jesús vuelva, toda la tierra prometida a Abraham en Gn. 15 será entrega da a ellos (remanente judío).
b.
Estas
promesas cumplen el pacto.
c.
El
pacto estará entonces terminado.
d.
Vamos
al reino de Jesucristo por mil años.
e.
El
pacto Abrahámico será reemplazado porque ya no será necesario. (reemplazado por
una mejor promesa)
EL
NUEVO PACTO TAMBIÉN ES UN PACTO DE SANGRE.
A.
El
Antiguo pacto fue sellado por sangre de hombre: Abraham.
B.
El
Nuevo Pacto fue sellado por derramamiento de sangre de Dios: Jesús.
C.
Derramamiento
de sangre es parte necesaria siempre en el pacto de sangre.
1. El Nuevo Pacto es
mejor porque fue sellado con sangre de Dios.
2. La sangre de Jesús
es el único precio suficiente para pagar la deuda del pecado de la humanidad, Mt. 26:28.
OCHO
POSIBLES PASOS ÉN EL PACTO DE SANGRE CUMPLIDOS POR JESÚS.
A. Primer paso: Jesús intercambio ropa con
nosotros,
1. Nuestras ropas
sucias.
a.
Is. 64:6.
b.
Ro. 3:23.
2. Jesús tomó nuestras
ropas sucias de deshonra y nos dio mantos de honradez lavados con sangre, Is. 1:18.
3. Nuestra ropa sucia,
pecado, es ahora blanca y pura.
B. Segundo paso: Nosotros recibimos las
armas de Dios.
1. Ef. 6:11-18.
2. Tenemos derecho a
la armadura de Dios porque es uno de nuestros privilegios del pacto.
3. Debemos colocarnos
la armadura pues es de nosotros y es para que la usemos.
C. Tercer paso:
Jesús derramo su sangre para ratificar el pacto.
1. El derramamiento de
sangre es siempre necesario en el pacto de sangre, Lucas 22:20
2. El velo del templo
se rasgó cuando Jesús murió significando que no hay más separación entre el
hombre y Dios.
3. La sangre de Jesús
compró de nuevo nuestra relación con Dios, He.
10: 18-22.
4. La maldición de la
humanidad fue cumplida de una vez por todas en Jesús, Gál. 3:13.
5. Jesús fue el último
cordero de la pascua para ser matado. 1
Co. 5:7.
D. Cuarto paso:
Bendiciones y maldiciones.
1. Dios hizo a Jesús
maldición por nosotros para que las bendiciones a través de Jesús pudieran
venir a nosotros, Dt. 28.
2. Jesús sufrió todas
las enfermedades, las dolencias, los tormentos de este mundo para que nosotros
no tengamos que llevarlos, Is. 53:4-6.
3. Jesús fue separado
de Dios para que nosotros pudiéramos tener otra vez comunión con El, Mt. 27:46.
4. Jesús fue al
infierno y tomó las llaves de la muerte.
a.
He. 2:14.
b.
Infierno
y tumba para que podamos ir al cielo, Mt.
12:40.
c.
Ef. 4:13-110.
E. Quinto paso:
Intercambio de nombres.
1. En el pacto de
sangre cada contrayente tiene derecho a usar el nombre del otro socio, Ef. 3:15.
2.
El nombre de Jesús es nuestro nombre del pacto.
3.
Tenemos derecho de usar el nombre de Jesús y recibir
todo aquello que supla nuestras necesidades y deseos. Jn. 16:23, 24.
F. Sexto paso.
Poniendo un monumento conmemorativo.
1. Jesús nos dio la
última cena o comunión como un monumento conmemorativo, a Él. 1Co. 11:26.
2.
Cada vez que tomamos la comunión recordamos su muerte,
su resurrección y su 2da. venida.
G. Séptimo paso:
Repartición de animales.
a.
Único pasó no completado por Jesús.
b.
Su sangre fue suficiente y la sangre de animales no fue
necesaria, He. 9:11, 12.
H. Octavo paso:
Comida del pacto.
c.
La última cena o comunión es la comida del pacto,
d.
Consistía en pan y vino (comidas tradicionales del
pacto)
e.
Hay un gran significado en lo que Jesús hizo.
a.
La
antigua tradición judía tenía tres bolsas con pan en la mesa de la pascua.
1.
Jesús
tomó pan de la bolsa del centro (como era la tradición) y lo repartió.
2.
Los
judíos pensaban que los tres panes representaban a Abraham, Isaac, y Jacob.
3.
Ellos
no sabían por qué fue partido el pan que representa a Isaac.
4.
Jesús
partió el pan del centro representando el cuerpo roto del hijo.
5.
los
tres panes representan realmente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
6.
Una
antigua tradición judía también tenla cuatro copas, tres llenas y una vacía la
cual colocaban boca abajo en la mesa de la pascua. Las tres copas llenas
representaban a Abraham, Isaac y Jacob y la vacía al Mesías.
LOS OCHO PACTOS DE DIOS
La Biblia revela que a Dios le ha placido establecer
pactos con los hombres. Ocho de estos pactos se hallan mencionados en las
sagradas páginas y ellos incorporan los hechos más vitales en la relación que
el hombre ha tenido con Dios a través de toda la historia de la raza humana.
Cada pacto representa un propósito divino y la mayoría de ellos constituyen una
absoluta predicción tanto como una promesa inalterable del cumplimiento de todo
lo que Dios ha determinado. Si llevamos nuestra consideración del tema hasta el
tiempo cuando los pactos fueron hechos, descubrimos que ellos siempre
anticiparon el futuro y tenían el propósito de ser un mensaje de certidumbre
para aquellos con quienes el pacto era establecido.
Los pactos bíblicos
Los pactos de Dios contenidos en la Biblia se
clasifican en dos clases, aquellos que son condicionales y los que son
incondicionales. Un pacto condicional es uno en el cual la acción de Dios es en
respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido el pacto.
Un pacto condicional garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza
cuando se satisfacen los requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Dios no
está obligado a cumplir su pacto.
Un pacto incondicional, mientras que puede
incluir ciertas contingencias humanas, es una declaración de cierto propósito
de Dios, y las promesas de un pacto incondicional serán ciertamente cumplidas
en el tiempo y a la manera de Dios. De los ocho pactos bíblicos sólo el edénico
y el mosaico eran condicionales. Sin embargo, aun bajo los pactos
incondicionales hay un elemento condicional como si se aplicara a ciertos
individuos. Un pacto incondicional se distingue de uno condicional por el hecho
de que su cumplimiento esencial es prometido por Dios y depende del poder y la
soberanía de Dios.
1.
El pacto edénico fue el primer pacto
que Dios hizo con el hombre (Gn. 1:26-31; 2:16-17), y fue un pacto condicional con Adán en el
cual la vida y bendición o la muerte y la maldición dependían de la fidelidad
de Adán. El pacto edénico incluía el dar a Adán la responsabilidad de ser el
padre de la raza humana, sojuzgar la tierra, tener dominio sobre los animales,
cuidar del huerto y no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por
haber fracasado Adán y Eva al comer de la fruta prohibida, fue impuesta la pena
de muerte para la desobediencia. Adán y Eva murieron espiritualmente de
inmediato y necesitaron nacer de nuevo para poder ser salvos. Más tarde también
murieron físicamente. Su pecado hundió a toda la raza humana en un molde de
pecado y muerte.
2.
El pacto adámico fue hecho con el
hombre después de la caída (Gn. 3:16-19). Este es un pacto incondicional en el que Dios declara
al hombre lo que será su porción en la vida por causa de su pecado. Aquí no hay
lugar para ninguna apelación, ni se implica responsabilidad alguna de parte del
hombre.
Como un todo, el pacto provee importantes rasgos, los
cuales condicionan la vida humana desde este punto en adelante. Incluido en
este pacto está el hecho de que la serpiente usada por Satanás es maldita (Gn. 3:14; Ro. 16:20; 2 Co. 11:3, 14; Ap.
12:9); se da la promesa del Redentor (Gn.
3:15), la cual es luego cumplida en Cristo; se detalla el lugar de la mujer
en cuanto a estar sujeta a una concepción múltiple, al dolor y la pena en la
maternidad, y en cuanto a la posición del hombre como cabeza (Gn. 1:26-27; 1 Co. 11:7-9; Ef. 5:22-25; 1
Ti. 2:11-14). El hombre debería, en lo sucesivo, de ganar el pan con el
sudor de su frente (Gn. 2:15 con 3:17-19);
la vida del hombre sería dolorosa y con la muerte por final (Gn. 3:19; Ef. 2:5). Por un período
bastante extenso, el hombre continúa desde ese punto en adelante viviendo bajo
el pacto adámico.
3.
El pacto de Noé fue hecho con Noé y
sus hijos (Gn. 9: 1-18).
Este pacto, mientras que repite algunos de los rasgos del pacto adámico,
introdujo un nuevo principio de gobierno humano como un medio de frenar el
pecado.
Como el pacto adámico, era incondicional y revelaba el
propósito de Dios para la generación subsiguiente a Noé.
Las provisiones del pacto incluían el establecimiento
del principio del gobierno humano, en el que se instituyó la pena capital para
aquellos que tomaran la vida de otro hombre. Fue reafirmado el orden normal de
la Naturaleza (Gn. 8:22; 9: 2), y al
hombre le fue permitido comer carne fresca de animales (Gn. 9:3-4) en lugar de vivir solamente de vegetales, como parece
haberlo hecho antes del diluvio.
El pacto con Noé incluía la profecía concerniente a los
descendientes de sus tres hijos (Gn.
9:25-27) y designaba a Sem como el único de quien vendría la línea divina
que seguiría hasta que el Mesías viniera. El dominio de las naciones gentiles
en la historia del mundo está implicado en la profecía concerniente a Jafet.
Así como el pacto adámico introdujo la dispensación de la conciencia, así el
pacto con Noé introdujo la dispensación del gobierno humano.
4.
El pacto abrahámico (Gn. 12:1-4; 13:14-17; 15:1-7; 17: 1-8) es
una de las grandes revelaciones de Dios concernientes a la historia futura, y
en él fueron dadas profundas promesas a lo largo de tres líneas. Primero
de todo, fueron dadas promesas a Abraham de que él tendría gran descendencia (Gn. 17:16), que tendría mucha bendición
personal (Gn. 13:14-15, 17; 15:6,18;
24:34-35; Jn. 8:56), que su nombre sería grande (Gn. 12:2) y que él personalmente sería una bendición (Gn. 12:2).
Segundo, a través de Abraham fue hecha la promesa de
que emergería una gran nación (Gn. 12:2).
En el propósito de Dios esto tiene referencia primeramente a Israel y a los
descendientes de Jacob, quienes formaron las doce tribus de Israel. A esta
nación le fue dada la promesa de la tierra (Gn. 12:7; 13:15; 15:18-21; 17:7-8).
Una tercera área principal del pacto fue la promesa de
que por medio de Abraham vendría bendición al mundo entero (Gn. 12:3). Esto tendría su cumplimiento
en que Israel sería el canal especial de la revelación divina de Dios, la
fuente de los profetas quienes revelarían a Dios y proveerían de la Escritura a
los escritores humanos. En forma suprema, la bendición a las naciones sería
provista a través de Jesucristo, quien sería un descendiente de Abraham. Dada
la relación especial de Israel con Dios, Dios pronunció una solemne maldición
sobre aquellos que maldijeran a Israel y una bendición sobre aquellos quienes
bendijeran a Israel (Gn. 12:3).
El pacto con Abraham, como el adámico y el de Noé, es
incondicional. Mientras que cualquier generación particular de Israel podría
disfrutar de sus provisiones con sólo ser obedientes, y podrían, por ejemplo,
ser guiados hacia la cautividad si ellos eran desobedientes, el propósito
esencial de Dios para bendecir a Israel, para revelarse a sí mismo a través de
Israel, para proveer redención a través de Israel y para traerle dentro de la
Tierra Prometida es absolutamente cierto, porque depende del soberano poder y
voluntad de Dios, más que del hombre. A pesar de los muchos fracasos de Israel
en el Antiguo Testamento, Dios se reveló a sí mismo y encauzó la escritura de
los textos sagrados, y finalmente nació Cristo, vivió y murió y se levantó
resucitando exactamente como la Palabra de Dios lo había anticipado. A pesar
del fracaso humano, los propósitos de Dios son ciertos en su cumplimiento.
5.
El pacto mosaico fue dado a través
de Moisés para los hijos de Israel mientras que estaban viajando desde Egipto
hacia la Tierra Prometida (Ex.
20:1 - 31:18).
En Éxodo, y ampliado en muchas otras porciones de las
Escrituras, Dios le dio a Moisés la ley que era para gobernar su relación con
el pueblo de Israel. Los aproximadamente seiscientos mandamientos específicos
están clasificados en tres divisiones principales: a) los
mandamientos, conteniendo la voluntad expresada de Dios (Ex. 20:1-26); b) los juicios, relacionados a la vida
social y cívica de Israel (Ex. 21: 1 -
24:11), y c) las ordenanzas (Ex.
24:12 - 31:18).
La ley mosaica era un pacto condicional e incorporaba
el principio de que si Israel era obediente, Dios les bendeciría, pero si
Israel era desobediente, Dios les maldeciría y les disciplinaría. Esto es
destacado especialmente en Deuteronomio
28. Aunque ya se había anticipado que Israel fracasaría, Dios prometió que
Él no abandonaría a su pueblo (Jer.
30:11). El pacto mosaico también fue temporal y terminaría en la cruz de
Cristo. Aunque contenía elementos de gracia, era básicamente un pacto de obras.
6.
El pacto palestino (Dt. 30:1-10) era un pacto
incondicional en conexión con la posesión final de la tierra por parte de
Israel.
Este pacto se ilustra como un pacto básicamente
incondicional y seguro en su cumplimiento; sin embargo, tiene elementos
condicionales para cualquier generación en particular. La promesa dada a
Abraham en Génesis 12:7, y
reafirmada luego a través del Antiguo Testamento, sería que la simiente de
Abraham poseería la tierra. No obstante, a causa de la desobediencia y el
fracaso, Jacob y sus descendientes vivieron en Egipto cientos de años antes del
Éxodo. Así, manteniendo el propósito de Dios, ellos volvieron y poseyeron, por
lo menos, una porción de la tierra. Más tarde, a causa de la desobediencia y la
negligencia a la ley de Dios, ellos fueron sometidos a los cautiverios asirio y
babilónico. Otra vez en la gracia de Dios, les fue permitido volver después de
setenta años del cautiverio babilónico y reposeer la tierra hasta que Jerusalén
fue destruida en el 70 d.C.
Sin embargo, a pesar de todos los fracasos, a Israel se
le promete que volverá a la tierra, vivirá allí en seguridad y con bendición y
nunca será dispersada nuevamente (Ez.
39: 25-29; Am. 9:14-15).
El retorno presente de Israel a la tierra es, por lo
tanto, altamente significativo porque cumple la primera etapa del regreso de
Israel, necesario para establecer el escenario para el fin de los tiempos. La
vuelta de Israel será completada hasta el último hombre después de que
Jesucristo vuelva y establezca su reino (Ez.
39:25-29). Mientras que cualquier generación pudiera haber sido sacada
fuera de la tierra por su desobediencia, el propósito final de Dios de traer a
su pueblo dentro de su Tierra Prometida es incondicional y cierto en su
cumplimiento.
El pacto palestino, de acuerdo a ello, incluye la
dispersión de Israel por la incredulidad y la desobediencia (Gn. 15:13; Dt. 28:63-68), tiempos de
arrepentimiento y restauración (Dt. 30:2),
la recolección de Israel (Dt. 30:3; Jer.
23:8; 30:3; 31:8; Ez. 39:25-29; Am. 9:9-15; Hch. 15:14-17), la restauración
de Israel a su tierra (Is. 11:11-12;
Jer. 23:3-8; Ez. 31:21-25; Am. 9:9-15), su conversión espiritual y
restauración nacional (Os. 2:14-16; Ro.
11:26-27), su seguridad y prosperidad finales como nación (Am. 9:11-15) y el juicio divino para
sus opresores (Is. 14:1-2; Jl. 3:1-8;
Mt.25:31-46).
7.
El pacto davídico (2 S. 7:4-16; 1 Cr. 17:3-15) era
un pacto incondicional en el cual Dios prometió a David un linaje real sin fin,
un trono y un reino, todos ellos para siempre. En la declaración
de este pacto Jehová se reserva el derecho de interrumpir el actual reinado de
los hijos de David si era necesario el castigo (2 S. 7:14-15; Sal. 89:20-37); pero la perpetuidad del pacto no
podía ser quebrantada.
Como el pacto abrahámico garantizaba a Israel una
identidad eterna como nación (Jer. 31:36)
y la posesión eterna de la tierra (Gn.
13:15; 1 Cr. 16:15-18; Sal. 105:9-11), así el pacto davídico les
garantizaba un trono eterno y un reino eterno (Dn. 7:14). Desde el día en que el pacto fue establecido y
confirmado por el juramento de Jehová (Hch.
2:30), hasta el nacimiento de Cristo, a David no le faltó un hijo que se
sentase en el trono (Jer. 33:21); y
Cristo el eterno Hijo de Dios e Hijo de David, siendo el justo heredero de
aquel trono y el Único que se sentaría en aquel trono (Lc. 1:31-33), completa el cumplimiento de esta promesa hecha a
David de que un hijo se sentaría en este trono para siempre.
El pacto davídico es el más importante en asegurar el
reino milenial, en el cual Cristo reinará sobre la tierra. David, resucitado,
reinará por debajo de Cristo como un príncipe sobre la casa de Israel (Jer. 23:5-6; Ez. 34:23-24; 37:24).
El pacto davídico no es cumplido por Cristo reinando en
su trono en los cielos, puesto que David nunca se ha sentado ni se sentará en
el trono del Padre. Es más bien un reino terrenal y un trono terrenal (Mt. 25: 31). El pacto davídico es, por
consiguiente, la clave del programa profético de Dios que aún está por
cumplirse.
8.
El nuevo pacto, profetizado en el
Antiguo Testamento y que tendrá su cumplimiento primario en el reino milenial,
es también un pacto incondicional (Jer. 31:31-33). Como lo describe
Jeremías, es un pacto hecho «con la casa de Israel y con la casa de Judá» (v. 31). Es un nuevo pacto en contraste
con el pacto mosaico, el cual fue roto por Israel (v. 32).
En el pacto Dios promete: «Después de aquellos días,
dice Jehová: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré; y
seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (v. 33). A causa de esta íntima y
personal revelación de Dios, y su voluntad para con su gente, continúa en Jeremías 31:34 para declarar: «y no
enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce a Jehová: porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”
Este pasaje anticipa las circunstancias ideales del
reino milenial donde Cristo reinará, y todos conocerán los hechos acerca de
Jesucristo. De acuerdo a ello, no será necesario para una persona evangelizar a
su vecino, porque los hechos acerca del Señor serán universalmente conocidos.
También será un período en el cual Dios perdonará el pecado de Israel y les
bendecirá abundantemente. Debería estar claro, dada esta descripción de la
promesa del pacto como se da en Jeremías, que esto no se está cumpliendo hoy
día, puesto que la iglesia ha sido instruida para ir por todo el mundo y
predicar el evangelio a causa de que hay una casi universal ignorancia de la
verdad.
Sin embargo, dado que el Nuevo Testamento también relaciona
a la Iglesia con un nuevo pacto, algunos han enseñado que la iglesia cumple el
pacto dado a Israel. Aquellos quienes no creen en un futuro reino milenial y en
una restauración de Israel, por tanto encuentran el completo cumplimiento ahora
en la iglesia, espiritualizando las provisiones del pacto y haciendo de Israel
y de la Iglesia una misma cosa. Otros que reconocen la restauración futura de
Israel y el reino milenial consideran que el Nuevo Testamento se refiere al
nuevo pacto tanto como para ser una aplicación de las verdades generales del
pacto futuro con Israel a la iglesia, o para distinguir dos nuevos pactos (uno
para Israel como está dado en Jeremías, y el segundo, un nuevo pacto dado a
través de Jesucristo en la era presente de gracia proveyendo salvación para la
iglesia). Actualmente el nuevo pacto, ya sea para Israel o para la iglesia, se
desprende de la muerte de Cristo y de su derramamiento de sangre.
El nuevo pacto garantiza todo lo que Dios se propone
hacer para los hombres en el terreno de la sangre de su Hijo. Esto puede verse
en dos aspectos:
a.
Que Él salvará, preservará y presentará en
la gloria, conformados a la imagen del Hijo Unigénito, a todos los que creen en
el Señor Jesús. El hecho de que sea necesario creer en Cristo para ser salvo,
no es una condición en este pacto. El acto de creer no es una parte del pacto,
sino más bien la base sobre la cual el creyente es admitido para disfrutar de
las bendiciones eternas que el pacto ofrece. El pacto no es hecho con los no
redimidos, sino con los que creen, y promete que en favor de ellos estará la
fidelidad de Dios. «El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6),
y toda otra promesa semejante a ésta, relacionada con el poder que Dios manifiesta
en la salvación y preservación de los suyos, es parte de este pacto de gracia.
En la presente edad no se tiene en vista para el hombre
una salvación que no garantice una perfecta preservación aquí en el mundo, y
una presentación final allá en la gloria, de todos los que son salvos por la
sangre de Cristo Jesús. Es posible que haya en la vida diaria del hijo de Dios
algún impedimento para su comunión con el Padre; y como aconteció en el caso de
David, el pecado del cristiano puede hacer que Dios levante su mano para
castigo del hijo desobediente; pero estos asuntos que son propios de la
experiencia cotidiana del creyente, no llegan nunca a ser determinantes para
el cumplimiento de la promesa de Dios en lo que se refiere a la eterna
salvación de los que Él ha recibido en su gracia.
Hay quienes recalcan la importancia y el poder de la
voluntad humana, y declaran enfáticamente que la salvación y preservación deben
tener como condición la libre cooperación de la voluntad humana. Esto puede ser
razonable para la mente del hombre, pero no está de acuerdo con la revelación
que Dios nos ha dado en las Escrituras.
En cada caso Dios ha declarado incondicionalmente lo
que Él hará en favor de todos aquellos que confían en Él (Jn. 5:24; 6:37; 10:28). Esta es en verdad una empresa enorme que
necesariamente tiene que incluir el dominio absoluto aun de los pensamientos e
intentos del corazón humano; pero, por así decirlo, esto no es más irrazonable
que el hecho de declarar a Noé que su descendencia seguiría los caminos que Dios
había decretado, o que el de prometer a Abraham que él sería el progenitor de
una nación grande y que de su simiente nacería el Cristo.
En cada uno de estos casos tenemos la manifestación de
la autoridad y del poder soberano del Creador. Es vidente que Dios ha dejado
lugar para el libre ejercicio de la voluntad humana. Él ayuda a la voluntad de
los hombres, y los ya salvos son conscientes de que tanto su salvación como su
servicio están en completa armonía con la elección que ellos mismos han hecho en
lo más profundo de su ser. Se nos dice que Dios gobierna la voluntad del hombre
(Jn. 6:44; Fil. 2: 13); pero al
mismo tiempo vemos que Él apela a la voluntad humana y hace que en cierto
sentido dependa de ella el disfrute de su divina bendición (Jn. 5:40; 7:17; Ro. 12:1; 1 Jn. 1:9).
Las Escrituras hablan en forma incuestionable y
enfática de la soberanía de Dios. Él ha predestinado perfectamente lo que
vendrá, y su determinado propósito tendrá que realizarse; porque es imposible
que Él sea sorprendido o sufra alguna desilusión. De igual manera, las
Escrituras enfatizan que entre estos dos grandes aspectos de la soberanía
divina -el propósito eterno y la perfecta realización del mismo- Él ha
permitido suficiente lugar para cierto ejercicio de la voluntad humana. Y al
actuar de esta forma no está poniendo en peligro, de ninguna manera, los fines
que Él se ha propuesto alcanzar. El tener sólo uno de los dos aspectos de esta
verdad puede guiarnos o bien al fatalismo, en el cual no hay lugar para pedir
en oración ni motivo alguno para buscar el amor de Dios, ni base para la
condenación de los pecadores, ni fundamento para la invitación del Evangelio,
ni significado para gran parte de las Escrituras, o bien a la pretensión de
querer desalojar a Dios de su trono. Es razonable creer que la voluntad humana
está bajo el dominio de Dios; pero sería lo más irrazonable creer que la
soberanía de Dios está bajo el dominio de la voluntad humana. Los que creen son
salvos y seguros para siempre, porque así está determinado en el pacto
incondicional de Dios.
b. La
salvación futura de Israel es prometida en el nuevo pacto incondicional (Is. 27:9; Ez. 37:23; Ro. 11:26-27).
Esta salvación se efectuará sobre la base única de la sangre que Cristo derramó
en la cruz. Por medio del sacrificio de su Hijo, Dios es tan libre para salvar
a una nación como lo es para salvar a un individuo. Israel es representado por
Cristo como un tesoro escondido en el campo. El campo es el mundo. Y creemos
fielmente que fue Cristo quien vendió todo lo que Él tenía, a fin de poder
comprar el campo y poseer así el tesoro que allí estaba oculto (Mt. 13: 44).
En la consideración de estos ocho grandes pactos nunca
podrá decirse que se está dando demasiado énfasis a la soberanía de Dios en
relación con los pactos incondicionales, o al absoluto fracaso humano en
lo que toca a los pactos condicionales. Y podemos estar seguros de que
todo lo que Dios se ha comprometido a hacer incondicionalmente Él lo
hará con toda la perfección de su infinito Ser.
LA ARMADURA DE DIOS
Reconocemos la
victoria de Jesús en la cruz y que ha vencido a la muerte, al pecado, la
enfermedad, la ruina, la maldición, etc. Y nos ha entregado la victoria: 1Jn 5:18 “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado,
pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.”
Por lo tanto el diablo solamente puede tocar al
creyente si éste no está apercibido de las siguientes verdades:
1.
Jn. 10:10 “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia.”
- 1P. 5:8 “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;”
3.
Ef. 4:27 “Ni deis lugar al Diablo.”
- 1Ti. 3:6 “no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”.
- 1Ti. 3:7 “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.”
- 1Jn. 3:10 “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.”
- Stgo. 4:7 “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
- 1Jn. 3:8 “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.”
9.
1Jn 5:19 “Sabemos que somos de Dios, y el mundo
entero está bajo el maligno.”
- Ef. 6:11-12 “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
Ciertamente, el Diablo está
vencido para nosotros, pero esto no quiere decir que no intente atacarnos,
estorbarnos, dañarnos, robarnos, matarnos, destruirnos, etc., en fin… Acechar
nuestras vidas.
Es por esta razón que la
Palabra nos muestra que existe ciertamente una lucha, pero no es la lucha que
algunos llaman “guerra espiritual” donde el protagonista de las oraciones de
los creyentes es Satanás, y donde se debe andar gritando y reprendiendo y
llenando de aceite y dando vueltas a lugares y desgastándose en paranoias infundadas
todo el tiempo, y que nos deja la sensación de que Jesús hizo el 50% y nosotros
a través de esta “guerra” tenemos que conseguir el otro 50% para estar
completamente libres y bendecidos.
Si existe una guerra
espiritual. La Biblia siempre ha sido clara en mostrarnos un reino de las
tinieblas en continua oposición al reino de Dios. Sin embargo en el libro de
Efesios capítulo 6:13-18, la Escritura nos enseña la forma en la que los
creyentes deben participar en ella: “Por
tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo,
y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros
lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies
con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con
que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos;…”
Analicemos esta armadura
para lograr entender lo que Pablo dice a los creyentes de Éfeso.
ARMAS PARA LA GUERRA
La guerra espiritual
requiere armas espirituales. Las armas de fuego, los sistemas de seguridad, y
las lecciones de karate no le darán protección cuando estamos siendo objeto de
ataque espiritual. El ataque espiritual tiene que ver con otro ámbito, está
fuera de este mundo material, visible, en el que vivimos. Fueron dos veces en
Efesios, que Pablo mencionó nuestra lucha espiritual en contra de fuerzas
espirituales invisibles. En al capítulo
2, Pablo les recordó a sus lectores de sus antiguas vidas fuera de Cristo: “… cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (2:1–2). ¿Qué quiso dar a entender
Pablo? Sus lectores estuvieron una vez en el bando perdedor de la batalla con
el diablo. Los que estamos en Cristo, nos hemos pasado al lado de la victoria.
¿Significa esto que la batalla ha terminado? No, el diablo todavía anda al
acecho. Así que encontramos que la advertencia no es a ignorarlo, sino todo lo
contrario. Escuchar la Palabra de Dios, tomar de la fortaleza de Dios y usar su
armadura para que al finalizar el tiempo, aún estemos firmes.
¿Qué incluye la armadura?
Pablo mencionó seis elementos.
1.
El
cinturón de la verdad
“Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad” (6:14a).
Esto
es lo que la NVI dice: “… ceñidos con el
cinturón de la verdad”. Una de las partes del armamento de un soldado, en
los tiempos de Pablo, era su cinturón.
Éste servía para dos propósitos:
a.
sostener sus vestiduras para que sus movimientos no les fueran
impedidos, cuando marchaba o peleaba, y
b. para sujetar la espada en
su lugar. Cuando un soldado se ceñía su cinturón, ello significaba que estaba
listo para pelear. Le daba confianza para poder llevar a cabo la tarea. Cuando
nos enfrentamos al diablo, lo podemos hacer con confianza —confianza vinculada
a la verdad. La verdad se refiere, tanto a la doctrina como a la integridad. No
solamente debemos creer en la verdad de Dios, sino que debemos también buscar
la forma de vivir cada día en ella. No solamente debemos proclamar la verdad de
Dios, sino que también nuestras vidas deben exhibirla. Esta combinación de
verdad doctrinal y de sinceridad para vivir en ella es lo que le da confianza
al cristiano y lo prepara para pelear en contra del diablo. No es suficiente
conocer la verdad. Debemos ser sinceros en nuestros esfuerzos por vivir en
ella.
2.
La
coraza de justicia
Hemos de estar firmes,
“vestidos con la coraza de justicia” (6:14b).
La
coraza de un soldado era una pieza de metal que le cubría y le protegía la
parte frontal de su cuerpo. Pablo dijo que Dios nos ha dado la protección de la
justicia. La justicia se refiere a la condición en que nos encontramos delante
de Dios. Aunque hayamos pecado y merezcamos el castigo eterno, Dios ha declarado
justos en Cristo a los creyentes. Esto es lo que leemos: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5.21). Podemos también elegir el vivir justamente.
Podemos elegir el vivir de tal manera que se glorifique a Dios. Esa elección,
hecha cada día, durante todo el día, nos ayudará a sortear cualquier cosa que
el diablo nos arroje en el camino.
3.
El
calzado con el apresto del evangelio
Podemos estar firmes cuando
tenemos “calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (6:15).
Los
soldados romanos calzaban una media bota con abertura para los dedos del pie. En la suela tenían clavos. Éstos servían para el mismo propósito
para el cual sirven los zapatos que usan los futbolistas hoy día. Les daban
tracción a los soldados y les impedían resbalar mientras peleaban. Gran parte de
la pelea que hacían era cuerpo a cuerpo, mano a mano, de manera que estas botas
le daban a los romanos una clara ventaja. Los cristianos tienen la paz de Dios,
con el fin de impedir que caigan cuando están en la lucha. En primer lugar, es
paz con Dios: “Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
(Romanos 5:1). También tenemos la
paz de Dios. Es la paz que sobrepasa todo entendimiento. Ella “guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses
4:7). Es un sentido de bienestar el que sobreviene de un andar cercano con
Dios, y el diablo odia eso. Él prefiere mantenernos trastornados, afanados y preocupados
por las cuentas que hay que pagar y las obligaciones que hay que cumplir, deprimidos
por las enfermedades, estresados por la presión por desempeñarnos bien, y
agotados emocionalmente. El diablo quiere robarnos la paz, Lo desalienta el ver
que los cristianos sepan cómo tomar de la paz de Dios, cuando son enfrentados con
dificultades.
Adicionalmente,
es la única parte de la armadura en contacto con el piso, lo que nos indica que
el único contacto que debemos tener con el mundo es el evangelio, el predicar
las buenas nuevas de salvación a los que se pierden.
4.
El
escudo de la fe
“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los
dardos de fuego del maligno” (6:16).
El escudo
de un soldado romano era enorme. Era casi tan alto y tan ancho como el soldado
mismo. Le cubría completamente y le daba protección, especialmente en contra de
las flechas de fuego. Esto es lo que nuestra fe hace para nosotros. La fe se apropia
de las promesas de Dios y las usa para sostenernos en contra de las flechas del
diablo: el temor, la depresión, el rechazo, las críticas y todo lo demás que se
nos arroja.
Es
de resaltar que empieza diciendo “Sobre
todo…”; esto nos indica que por encima de cualquier ataque, está nuestra fe…
¡Creerle a Él! 1Jn. 4:16 “Y
nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios
es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.”
5.
El
yelmo de la salvación
“Y tomad el yelmo de la
salvación” (6:17a).
El
yelmo protege la cabeza del soldado de los golpes mortales. La protección de
nuestra cabeza tiene que ver con nuestra mente, decisiones, pensamientos,
emociones, nuestra voluntad. Ahí es donde se pueden recibir golpes mortales. La
salvación nuestra que proviene de Dios es la forma como Dios nos dice: “Si te
mantienes andando por fe, el diablo jamás podrá darte un golpe mortal (en
ninguna de estas áreas). Él no puede quitarte la salvación”. Dios le da a usted
el yelmo de la salvación. Como cristiano que usted es, puede tener toda la
confianza de que tiene la vida eterna en Cristo.
Y al
entender que somos salvos, logramos dimensionar que la salvación no empieza
cuando morimos sino en el instante de decidir por Cristo en nuestra vida. En Jn. 10:10 Cristo nos habla de darnos
vida en abundancia; esto es en la eternidad, pero empezando ahora mismo. La
salvación implica plenitud en todas nuestras áreas: santificación, sanidad,
prosperidad, en fin… Una vida en abundancia.
6.
La
espada del Espíritu
Las
armas que Dios da también incluyen “la
espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (6:17b).
De
los seis componentes de la armadura, la espada es el único que se puede usar
tanto para la defensa como para el ataque. La palabra de Dios es así. Ella
tiene capacidades defensivas y ofensivas. En lo defensivo, usamos la palabra de
Dios para resistir la tentación, tal como Jesús lo hizo cuando citó las
Escrituras durante su propio encuentro con Satanás en el desierto (Mateo 4:1–11). En lo ofensivo, usamos
la palabra en el evangelismo. El evangelio es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16).
Usamos
su palabra para sacar a las personas del reino de las tinieblas y trasladarlas
al reino de Dios. La palabra nos ayuda a pelear en contra del diablo.
A
nivel personal, el mejor ataque que podemos hacerle a Satanás, es poner la
Palabra por obra en nuestras propias vidas.
Estos seis componentes se
combinan para formar la armadura de Dios completa. Dios los suple, pero somos
nosotros los que debemos vestirnos de ellos. ¿Está usted vistiéndose de toda
esta armadura? ¿Enfrenta usted al diablo con la confianza que proviene de un
andar con Dios sincero, en el que no se esconde nada? ¿Pelea usted en contra de
Satanás con un compromiso diario de tomar las opciones de la vida que Dios
quiere que usted tome? ¿Resiste usted los ataques del diablo sobre sus
emociones con la quieta paz que Dios ofrece? ¿Pone usted su confianza en las
promesas de Dios para protegerse de cualquier cosa que el diablo le arroja?
¿Tiene usted confianza en la salvación y todo lo que ella implica? ¿Pasa usted
un tiempo diario en el estudio de la palabra de Dios, de manera que usted pueda
usarla en su vida? ¿Está usted vestido de toda la armadura de Dios? Dios nos da
las armas para la lucha.
LA
ORACIÓN COMO ELEMENTO DE GUERRA
Pablo mencionó otro recurso
vital que Dios le da a su pueblo: “orando
en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con
toda perseverancia y súplica por todos los santos” (6:18). Pablo dijo que Dios nos da la oración y lo menciona después
de la armadura, ¿por qué? Porque el vestirse de la armadura de Dios requiere de
la oración también. Ésta expresa nuestra dependencia de Dios. El no orar dice:
“No necesito de Dios. Me las puedo entender sin él. Puedo hacerlo por mí
mismo”. Esa actitud garantiza la derrota espiritual. Ninguno de nosotros puede
ganar la pelea en contra del diablo por sí mismo. La oración nos mantiene
enfocados en Dios.
Note los “todos” de la
instrucción de Pablo respecto de la oración en 6.18. Sus palabras nos llevan a prestar atención a todo lo que la
oración abarca en nuestras vidas como cristianos, con cuatro usos de la palabra
“todos” o toda”.
1.
Hemos de orar en todo tiempo. Para batallar en contra del diablo y salir
de pie, debemos hacer de la oración una disciplina diaria.
2.
Hemos de orar toda clase de oraciones y súplicas. Necesitamos tener
variedad en nuestra comunicación con Dios, según lo que esté sucediendo en nuestras
vidas. La situación podría requerir que hagamos confesión, acción de gracias,
intercesión, adoración, alabanza, cántico o algún otro tipo de oración.
3.
Hemos de orar velando siempre. Cuando Jesús oraba en Getsemaní, los
discípulos dormían. Ésa es la tendencia de la gente. Dormimos o perdemos el sentido
de urgencia en los momentos, cuando deberíamos estar orando.
4.
Hemos de orar por todos los cristianos. Dios quiere que veamos que necesitamos
trabajar juntos como iglesia. Una familia de Dios unida, en la que se ora unos
por otros, puede sostenerse con fuerza frente a los ataques de Satanás. Con el
paso de los años, he tratado de disciplinarme a mí mismo para orar como
debería. Otros cristianos han compartido conmigo el fracaso en sus intentos por
orar. ¿Por qué nos quedamos cortos cuando de orar se trata? Supongo que podíamos
pensar en varias razones, pero echémosle una mirada a lo que John Piper
mencionó en su libro Teniendo deseo de Dios. A menos que esté
enormemente errado, una de las principales razones por las que muchos de los
hijos de Dios no tienen una vida de oración
significativa, no es tanto que no la queramos, sino que no planeamos
tenerla. Si usted quiere tomarse unas vacaciones de cuatro semanas, usted no se
levanta una mañana de verano y dice: “¿Qué les parece si salimos hoy?”. Usted no
tiene nada listo. No sabría adónde ir. Nada ha sido planeado. Pero así es como
muchos de nosotros tratamos la oración. Nos levantamos día tras día y nos damos
cuenta de que ciertos tiempos importantes de oración deberían ser parte de nuestra
vida, pero nada hay listo. No sabemos adónde ir. Nada ha sido planeado. No hay tiempo.
No hay lugar. No hay procedimiento. Y todos sabemos que lo opuesto a planear no
es un maravilloso flujo de profundas y espontáneas experiencias de oración. Lo
opuesto a planear es la rutina. Si usted no planea unas vacaciones ¡lo más
probable es que se quede en casa a mirar la televisión! El flujo natural no
planeado de la vida espiritual decae hasta el más bajo nivel de vitalidad. No
hay carrera que correr ni pelea que pelear. Si usted quiere que haya renovación
en su vida de oración usted debe hacer planes para verla. Por lo tanto, mi
sencilla exhortación es ésta: Tomémonos el tiempo el día de hoy para replantear
nuestras prioridades y ver cómo la oración encaja en ellas. Haga una nueva
resolución. Pruebe una nueva aventura con Dios. Haga el tiempo. Escoja un
lugar. Escoja una porción de las Escrituras para guiarlo a usted. No sea
víctima de la tiranía de los días ocupados. Todos necesitamos correcciones de
rumbo a mitad del viaje. Haga que éste sea el día de volverse a la oración para
la gloria de Dios y para colmarse usted de gozo.