JUECES DE ISRAEL t.
1- OTONIEL
Dios es poderoso.
Hijo de Cenaz y hermano, o
medio hermano, de Caleb el hijo de Jefone cenezeo (Jos. 15:17; 1 Cr. 4:13).
Caleb prometió dar su hija
Acsa en casamiento a quien se apoderara de Debir (Quiriat-sefer).
Otoniel llevó a cabo esta
empresa y se casó con Acsa (Jos. 15:15-17; Jue. 1:11-13).
Más tarde, este guerrero
liberó a Israel de la tiranía de Cusan-risataim rey de Mesopotamia, y vino a
ser juez. Israel tuvo, bajo su gobierno, cuarenta años de paz (Jue. 3:8-11).
2- AOD
Juez libertador del pueblo
de Israel que Jehová les levantó para que los librase del rey de Moab.
Juez libertador del pueblo
de Israel que Jehová les levantó para que los librase del rey de Moab.
Aod era zurdo (Jue. 3:15).
Este juez reunió a los israelitas y los organizó, y así pudieron acabar con el
ejército de sus enemigos (Jue. 3:27-29).
Por medio del buen gobierno
de Aod el pueblo tuvo ochenta años de paz (Jue. 3:30).
3- SAMGAR
Hijo de Anat (Jue. 3:31).
Poco antes de la época de Débora,
los israelitas evitaban los caminos por temor a los filisteos, y se deslizaban
por senderos escondidos (Jue. 5:6).
Samgar, atacando a los
opresores, mató a seiscientos de ellos con una aguijada de bueyes, y contribuyó
con ello a la liberación de Israel (Jue. 3:31).
No lleva el título de juez,
y la cronología no indica ningún período asociado con su nombre.
4- DÉBORA
Abeja.
Profetisa y esposa de
Lapidot, que juzgó a los israelitas y habitó bajo una célebre, y acaso,
solitaria palmera entre Rama y Bet-el (Jue. 4:4, 5).
Cuando los judíos,
especialmente los de las tribus del norte, sufrían bajo la tiranía de Jabín
(1296 a.C.),
Como profetisa se empeñó en
levantarlos de su abatimiento, y enviando por Barac lo indujo a atacar a Sísara
y le prometió la victoria. Barac, sin embargo, rehusó ir a menos que ésta le
acompañase, cosa a que Débora accedió; pero le dijo que el éxito de la
expedición sería imputado a una mujer y no a él.
Después de la victoria
compuso un espléndido canto triunfal, que se conserva en Jue. 5 y que es una de
las páginas más antiguas de la literatura bíblica.
5- GEDEÓN
Cortante.
Hijo de Joás, de la familia
de Abiezer, de la tribu de Manasés; vivía en Ofra (Jue. 6:11). Mientras sacudía
el trigo en el lagar, en Ofra, para sustraerlo a los bandidos madianitas, el
ángel de Jehová lo llamó para que librara a su pueblo (Jue. 6:12-24). Gedeón
ofreció inmediatamente un sacrificio (Éx. 20:24).
Aquella misma noche derribó
el altar de Baal, que pertenecía a su padre, y erigió un altar a Jehová (Jue.
6:25-27).
Los habitantes de la ciudad
exigieron la muerte de Gedeón, pero su padre argumentó que Baal mismo debía
defender su causa, si era dios.
Gedeón recibió el nombre de
Jerobaal: «Que Baal contienda».
Gedeón convocó a los
hombres de Manasés, de Aser, de Zabulón y de Neftalí (Jue. 6:35).
Dudó sin embargo acerca de
responder al llamamiento, hasta que quedó confirmado por el doble milagro del
vellón de lana (Jue. 6:36-40).
Redujo el número de su
tropa de 32.000 hombres a 300, a fin de que la gloria de la victoria no fuera
atribuida al hombre, sino a Dios.
Atacó después el campamento
de los madianitas, que estaba en el valle de Jezreel (Jue. 6:33), cerca del
collado de More (Jue. 7:1).
En su desbandada, los
madianitas huyeron en dirección al Jordán y hacia su país (cerca del golfo de
Ákaba) (Jue. 7:24-8:3).
Gedeón y sus hombres
persiguieron a los madianitas hasta los confines del desierto; tomaron
prisioneros a los dos reyes de Madián, y después Gedeón les dio muerte (Jue.
8:4-21).
Los israelitas quisieron
ofrecer la corona a Gedeón, que la rechazó, reafirmando el principio
teocrático: Jehová era el rey de Israel (Jue. 8:22).
Entonces, Gedeón se hizo un
efod con los pendientes de oro de los madianitas.
Lo puso en Ofra, en el lugar
que Jehová se le había aparecido y donde le había ordenado erigir un altar a
Jehová para ofrecerle un holocausto (Jue. 6:12, 26).
Es evidente que los grandes
privilegios dados a Gedeón le indujeron a pensar que le estaba abierto el
camino al sacerdocio, teniendo como el sumo sacerdote el derecho a consultar a
Dios por el pueblo mediante el efod.
Esta falta de prudencia
tuvo funestas consecuencias: el efod vino a ser un lazo para él mismo, para su
familia, y para todo Israel (Jue. 8:24-27; cp. Lv. 20:6).
Gedeón tuvo numerosas
esposas y 70 hijos, incluyendo el nefasto Abimelec.
Gedeón murió a una edad
avanzada (Jue. 8:29, 32; He. 11:32).
6- TOLA
Gusano.
Hijo de Fúa, de la tribu de
Isacar; juzgó a Israel durante veintitrés años.
Vivía en Samir, en el monte
de Efraín (Jue. 10:1, 2)
7- JAIR
Él iluminará.
Galaadita que juzgó Israel
durante veintidós años (Jue. 10:3-5); tuvo treinta hijos, y treinta ciudades en
tierra de Galaad.
8- JEFTÉ
Él abrirá, liberará.
Este hombre era galaadita
en dos sentidos: su padre se llamaba Galaad, y Jefté pasó su juventud en
Galaad.
Sus hermanos, nacidos de la
esposa legítima de su padre, echaron de casa a Jefté, porque era hijo ilegítimo
(Jue. 11:1-3).
Se resintió profundamente
de este comportamiento.
Muchos años más tarde,
acusó a los ancianos de Galaad, entre los cuales quizá se hallaban algunos de
sus hermanos, de haberle aborrecido (Jue. 11:7).
Jefté huyó al país de Tob,
donde se dedicó a la caza para vivir.
Su valor se hizo
proverbial, y llegó a ser jefe de una banda. Sería una falsedad presentarlo
como bandolero fuera de la ley, puesto que Jefté no carecía de sentido moral,
ni expediciones injustificadas. Tenía reverencia hacia Dios, y así enseñó a su
hija. Su respuesta demostró que los israelitas no tenían otro remedio que
recurrir a las armas. La victoria era incierta desde el punto de vista humano.
En la época de la expulsión
de Jefté, los amonitas invadieron el territorio de Israel al este del Jordán, y
se mantuvieron en él durante 18 años.
En su angustia, los
ancianos de Galaad se vieron en el extremo de tener que implorar el retorno de
aquel mismo hombre que habían expulsado, y de suplicarle además que fuera su
caudillo y libertador.
Al ponerse a la cabeza de
los galaaditas, Jefté informó a los efrainitas, su tribu vecina, del apuro de
Galaad, y los exhortó a que socorrieran a sus hermanos, pero sin resultado
alguno. Pidió también al rey de los amonitas la razón de su hostilidad.
Su respuesta demostró que
los israelitas no tenían otro remedio que recurrir a las armas. La victoria era
incierta desde el punto de vista humano.
Jefté hizo entonces un
imprudente voto de ofrecer en holocausto a cualquiera que saliera a recibirle
de su casa, si el Señor entregaba en sus manos a sus enemigos.
Al volver de la derrota de
los amonitas, Jefté fue recibido con panderos y danzas por su hija única.
Quedó profundamente
afectado, pero no cambió su voto.
Es probable que fuera
sacrificada. Sin embargo, la Ley prohibía con tanta firmeza estos sacrificios
(Dt. 12:31; 18:10; cf. 2 R. 3:27) que se puede estar seguro que en tal caso
Jefté no cumplió en esto la voluntad de Dios.
Añadamos que, según
numerosos exegetas, pudo haberla redimido con plata (Lv. 27:1-8; Dt. 18:9-12) y
consagrado a un celibato perpetuo.
Las hijas de Israel
adoptaron la costumbre de lamentar cuatro días al año su triste suerte.
Aunque no hubiera sido
sacrificada, la virginidad perpetua sería una inmensa tragedia para una
israelita (Gn. 30:1; 1 S. 1:5, 6, etc.).
Estalló entonces un
conflicto entre Jefté y los efrainitas que con su soberbia característica se
quejaron de no haber sido convocados por Jefté contra Amón (Jue. 8:1-3).
Jefté rebatió sus
acusaciones, y los derrotó en batalla, haciendo una gran matanza de ellos (Jue.
12:4-6).
Jefté fue juez de Israel
durante seis años, y fue sepultado en una de las ciudades de Galaad (Jue.
12:7). Décimo juez de Israel, oriundo de Belén y jefe de numerosa familia.
Samuel hace mención de él
para demostrar que el Señor había cumplido Su promesa de suscitar liberadores
cuando Israel se hallase oprimido (1 S. 12:11).
En la epístola a los
Hebreos se halla Jefté entre lo héroes de la fe (He. 11:32).
9- IBZÁN
(Probablemente «veloz»).
Décimo juez de Israel,
oriundo de Belén y jefe de numerosa familia.
La tradición rabínica lo
identifica con Booz (Jue. 12:8-10).
10-ELÓN
Juez que gobernó a Israel
durante diez años y fue enterrado en Ajalón tierra de Zabulón (Jue. 12:11).
Este legislador del pueblo
de Dios provenía de la tribu de Zabulón
11- ABDÓN
Hijo de Hilel, de Piratón,
juzgó ocho años a Israel.
Tuvo muchos descendientes y
prosperidad (Jue. 12:13-15).
12-SANSÓN
Pequeño sol.
Uno de los jueces
israelitas más destacados. Hijo de un danita llamado Manoa, nació en Zora,
localidad del territorio meridional de Dan.
El ángel de Jehová predijo
el nacimiento de Sansón, y anunció que libraría a Israel del yugo filisteo.
Nazareo desde su nacimiento, Sansón no debía beber ni vino ni cualquier otro
tipo de bebida fermentada, y no debía pasar navaja sobre su cabeza.
En tanto que observó el
voto de nazareato, Sansón fue victorioso sobre los filisteos (Jue. 13:1-24).
Judá y Dan, separados de
las otras tribus por dificultades geográficas, especialmente por el hecho de
que los jebuseos dominaban la ciudad de Jebus (Jerusalén), estaban expuestas a
los ataques de los filisteos. Judá, aislada, sólo podía responder con
contragolpes guerrilleros. Asiendo una quijada de asno, persiguió a los
filisteos, dando muerte a mil de ellos. Sansón, ardiendo de sed, proclamó que
esta liberación procedía de Jehová, a quien suplicó que le diera agua.
El Espíritu de Dios empezó
a manifestarse pronto en Sansón en los campos de Dan (Jue. 13:25).
Sansón, enamorado de una
filistea de Timnat, se desposó con ella, pero pronto fue entregada por su padre
a otro hombre.
Entonces, el hijo de Manoa
se apoderó de trescientas zorras, y las ató dos a dos por la cola, atando
asimismo una tea encendida entre cada dos colas, soltándolas a continuación por
las mieses de los filisteos (Jue. 14:1-15:5).
Éstos invadieron la tierra
de Judá, y exigieron que Sansón les fuera entregado; él se dejó atar por los
hombres de Judá, que no sabían que estaban atando a su futuro libertador.
Animado repentinamente del
Espíritu del Señor, el nazareo rompió las cuerdas en el momento en que iba a
ser entregado a los incircuncisos.
Asiendo una quijada de
asno, persiguió a los filisteos, dando muerte a mil de ellos. Sansón, ardiendo
de sed, proclamó que esta liberación procedía de Jehová, a quien suplicó que le
diera agua.
Dios hizo entonces brotar
agua de la cavidad de una roca. Los hombres de Judá consideraron desde entonces
a Sansón como su liberador (Jue. 15:6- 20). Se dirigió a Gaza, y cayó allí en
pecado.
La gente de la ciudad cerró
las puertas para apoderarse de Sansón.
A medianoche salió de la
ciudad, habiendo arrancado de quicio las puertas de la muralla, con sus dos
pilares y cerrojo, dejando todo en la cumbre del monte que se halla frente a
Hebrón (Jue. 16:1-3).
Su relación con Dalila,
mujer filistea de Sorec, lo perdió.
Instigada por los príncipes
filisteos, apremió a Sansón a que le revelara el secreto de su fuerza.
Al principio él le
respondió con mentiras, pero finalmente le reveló que si se le cortaba la
cabellera, perdería su vigor y sería como todos los otros hombres.
Dalila vendió su secreto a
los filisteos.
Éstos le cortaron el
cabello mientras dormía y lo prendieron con facilidad.
Sacándole los ojos, lo
llevaron a la cárcel de Gaza para que hiciera girar una rueda de molino. Sansón
estaba dotado de una fuerza sobrenatural.
Durante una gran fiesta en
el templo de Dagón, dios de los filisteos, llevaron allí a Sansón para
mostrarlo como espectáculo a la muchedumbre. Sus cabellos habían vuelto a
crecer.
El interior del gran
edificio estaba lleno de filisteos, y había unas tres mil personas en su
terraza.
Habiendo estado en Gaza
antes de haber perdido la vista, Sansón conocía el edificio. Pidió entonces al
joven lazarillo que le conducía que le dejara apoyar sobre las dos columnas
centrales que sostenían el techo.
Oró entonces a Jehová, y,
empujando violentamente las dos columnas, una con cada mano, las hizo caer,
derrumbándose toda la casa.
Sansón murió junto con un
gran número de filisteos (Jue. 16:1-31).
A pesar de sus debilidades
morales, figura entre los héroes de la fe (He. 11:32).
Sansón estaba dotado de una
fuerza sobrenatural.
Cuando el Espíritu del
Señor lo impulsó, llevó a cabo grandes hazañas. Su fuerza no residía en sus
cabellos, sino en su consagración al Señor, de lo que ellos eran el símbolo.
Cuando Sansón hubo violado
su consagración al Señor, no tuvo la fuerza moral para mantener su cabellera.
Al perder su testimonio, el Señor lo abandonó.
La fuerza le fue restaurada
en respuesta a la oración que pronunció. Este poder sobrenatural dio testimonio
a los hombres de Judá que Dios había llamado a este nazareo a que fuera su
libertador de los filisteos, que sintieron en sus carnes la superioridad del
siervo de Jehová.
Hay críticos que han
querido ver en este relato una de las leyendas que pretenden descubrir en la
Biblia. Pero es cosa cierta que los antiguos hebreos consideraban a Sansón como
una persona real, perteneciente a la historia anterior a Samuel y a Saúl. El
relato bíblico da detalles precisos acerca de la situación de su pueblo natal,
de su familia, de sus hazañas, del lugar donde fue sepultado.
Toda la vida de Sansón es
una gran historia espiritual, como ejemplo que no se debe seguir de un hombre
extraordinariamente dotado y que sin embargo juega con el pecado y con la
paciencia de Dios.
En el momento en que se
imagina, lleno de presunción: «Esta vez saldré como las otras y me escaparé»,
«no sabía que Jehová ya se había apartado de él» (Jue. 16:20).
De esclavo de sus pasiones
vino a ser esclavo de sus enemigos hasta su muerte; perdió aquellos ojos que no
habían sabido ver con claridad.
En el último momento, sin
embargo, volvió al favor de Dios, que dio respuesta a su oración. No obstante,
su oración delata que no estaba en plena comunión con Dios, porque estaba más
deseoso de venganza por haber perdido sus ojos que por desear vindicar el
nombre de Jehová frente a Dagón (Jue. 16:28). ¡Qué advertencia tan solemne! Se
tiene que señalar que otros hombres del AT recibieron en circunstancias
excepcionales la fuerza de llevar a cabo hazañas análogas a las de Sansón:
Jonatán y su escudero, el joven pastor David dando muerte a un león y a un oso,
Eleazar, Sama y Abisai (1 S. 14:1-17; 17:34; 2 S. 23:9-12, 18).